25.12.10

No Title! xD

         * Esta historia está basada en una foto de una niña que se encontró en uno de los barracones de la Isla de Ellis. Esta isla era como una especie de Aduanas donde metían a la gente y les daban el visto bueno para pasar a EE.UU. 

         Era una tranquila mañana, tan temprano que la mayoría de la gente aún dormía. Todos, menos mi madre. Con la salida del sol comenzaron los gemidos que rompían en su garganta, mientras algo dentro de ella se desprendía. Esa era yo, a partir de ese momento dejaría de depender de mi madre, saldría de una burbuja intocable y pronto sabría qué es el dolor. Los agudos gritos de mi madre sustituyeron al canto del gallo y ya nada volvería a ser como antes. Mi vida comenzó, sus vidas cambiaron.
            Mi madre sonreía cada vez que me cogía en brazos, cada vez que me veía pero, no todo era alegría. Mi familia era muy grande y el dinero que llegaba a casa era muy poco. Vivíamos en casa de mi abuela, que tenía tres habitaciones: una para mi abuela, otra para mis padres y otra para mí y mis otros tres hermanos. Mi abuela estaba enferma y casi no recuerdo su rostro - ya que murió siendo yo una niña -, mis padres tenían casi treinta años cuando yo nací y mis hermanos eran todos mayores que yo - el mayor tenía quince años -.
            Como ya dije, éramos una familia humilde, nos queríamos y éramos felices aunque el dinero escaseaba. Nuestra comida era a base de papas, agua y pan duro. Mi padre trabajaba en una mina y a mi hermano mayor pocas veces lo contrataban en algún sitio, ya que era un chico bastante débil, así que el único sueldo que teníamos era el de mi padre.Cuando nací yo, era otra persona a la que dar de comer, por lo que el dinero daba para menos. Sólo había una solución: que mi padre emigrase a Estados Unidos, donde sí habría trabajo.
            Yo era pequeña, tenía cinco años cuando él marchó en un gran barco. Aún recuerdo ese día. Fue un día lluvioso y todos estábamos tristes porque sabíamos que tardaríamos mucho en volver a verlo. Recuerdo que él nos llevó ante un fotógrafo y nos sacó una foto a cada uno. 'Así los recordaré y estarán conmigo siempre', nos dijo. Él se iba y nosotros nos quedábamos, sin siquiera saber si volveríamos a verlo.
            Los días que siguieron fueron tristes, mi abuela estaba peor de su enfermedad y mi madre cuidaba de ella. Por otro lado, mis hermanos intentaban encontrar un trabajo para poder comer cada día. Pasaron las semanas, los meses y seguíamos sin tener noticias de mi padre. Mi abuela falleció un año después de que se hubiese ido y mi madre y mis hermanos nos quedamos solos. Conseguíamos como podíamos el dinero para comer y si un día no podíamos, mi hermano mayor y yo salíamos a robar algún pan o cualquier cosa para poder comer.
            Pasaron los años y seguíamos sin noticias de mi padre así que decidimos  no hablar de él nunca y darlo por muerto. Mi madre vivía en su mundo, a veces soñaba con mi padre, a veces lloraba y, a veces, sólo se quedaba mirando el agua hirviendo como si no estuviese aquí. Por parte de mis hermanos, el mayor conoció una chica y se fue a vivir con ella, aunque seguía viniendo a visitarnos. Mis otros dos hermanos seguían buscando trabajo mientras que yo me dedicaba al bandalismo. Ellos no apoyaban lo que yo hacía pero, cuando veían un plato sobre la mesa nunca lo rechazaban. Ellos pensaban que me dedicaba a robar y a estafar, sin embargo, cuando se enteraron de que mis esfuerzos para conseguir comida no quedaban en sólo eso, se lo dijeron a mi madre. Aunque siempre estaba en su mundo, contemplando la nada, mi madre nunca soportó la idea de que su hija fuese una prostituta, antes que eso preferiría morir de hambre. Por lo tanto, me echaron de casa.
            Sin tener a dónde ir, sobreviví un par de meses durmiendo y viviendo en las calles. Sin embargo, no conseguí mucho más cuando uno de mis clientes decidió que yo no merecía vivir por ser una prostituta que vive en la calle y a la cual su familia negó. Llegó, sin más, como otras veces pero esta vez fue diferente, algo brillaba en su mirada. Era la rabia, la ira, la muerte. Me obligó a desnudarme, me forzó a arrodillarme y -mientras descargaba su furia retenida por cosas ajenas a mí - me golpeó, me sacudió, me apaleó, me mató.
            Ahora estoy aquí y veo cómo mi madre sigue envejece mirando al vacío y cómo mis hermanos intentan buscarse la vida, intentando cuidar de mi madre y de sus nuevas familias. Ahora estoy aquí, donde está mi padre  que se disculpa constantemente de haber zarpado y dejarnos solos y que me cuenta su historia una y otra vez.

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