Hoy me he dado cuenta
de cuánto te necesito
de cuánto te preciso
de cuánto me haces falta.
Un simple adiós,
una palabra que antes era inofensiva
convertida en la guadaña de la muerte,
transformada en el hacha de un verdugo.
He pasado a ser un fantasma,
una vaga imitación de lo que era,
condenada a vivir sin tu presencia
castigada a convivir con la soledad.
Me han condenado a tocarte sin rozarte,
a mirarte sin contemplarte,
a oírte sin escucharte,
a besarte simplemente en mis sueños.
Me voy hundiendo despacio
en el tiempo
en las arenas movedizas
de tu ausencia.